
Las diferencias se encontraban en muchos hechos distintos. En la segunda Revolución, la industria se había convertido en la espina dorsal de los principales países europeos; el proletariado, por ende, había crecido tanto en número como en importancia económica y social, lo que creó presiones que llevaron a contemplarlo a través de nutrida legislación laboral y social. Al mismo tiempo, ese proletariado empezó a organizarse en sindicatos obteniendo así la fuerza necesaria para hacer cumplir esa legislación, elevar sus salarios y mejorar en general sus condiciones de vida y de trabajo. Habían nacido ya los Partidos socialistas en varios países europeos, y su función principal fue batallar para lograr una elevación del nivel de vida de la clase obrera a través de su labor parlamentaria y de su defensa política.
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